lunes, 2 de marzo de 2009

Publicidad en la calle o calle en la publicidad ???

Hola Fisgón,

Uno de los mayores placeres que le encuentro a mi situación de peatón es el de estar en constante exposición a los diversos acontecimientos que una ciudad tan particular como Lima ofrece. Es pues filosofía de fisgón el estar atento a todos estos elementos que conforman la variopinta Lima, más allá de que si dichos elementos son agradables o desagradables, pues finalmente forman parte de la ciudad por la que transito.

Durante el último año, la difusión de publicidad ha tomado las calles de una manera agobiante y nos hemos convertido en una ciudad que publicita todo tipo de productos y servicios en los lugares menos imaginables gracias al arduo e imaginativo trabajo de los publicistas locales.

Acompañado por un radiante sol, transitaba alegremente una concurrida avenida que tiene como máximo unas 8 cuadras de largo cuando, mi foco visual fue transgredido de manera violenta por una estructura de metal acondicionada sobre una pared. El sobresalto ocular que generó dicho armazón de metal me recordó que debo usar un shampoo particular para que mi pelo quede sedoso y los rulos que he perdido por el transcurso de los años queden bien definidos.

Luego levante la mirada esperando escapar de las hipnotizantes tandas publicitarias y disfrutar de un lindo cielo azul smog, pero un colorido prisma publicitario me recordó que las pantallas planas de una popular marca de televisores son de alta definición, dejándome clavado con la angustia al rememorar mi precario televisor de apenas 21 pulgadas con obeso derrier y ridícula definición.

Sin darme cuenta me vi enfrascado en la absurda necesidad de llevar mis manos a esa delgaducha billetera que se balanceaba alegremente en mi bolsillo delantero derecho, para confirmar que el poder adquisitivo con el que contaba en ese momento permitía hacerme propietario de un café americano y dos cigarros.

Fue así que, con la firme decisión de incentivar el gasto y sin tomar en consideración mi austero plan de ahorro, apresuré el ritmo para transitar las veloces aguas del consumo deliberado y gastar sin preocupación esos valiosos soles que gané con el sudor de mi frente.

Sin embargo, en pleno trayecto a la completa hecatombe fiscal a la que me había condenado, hubo un aviso publicitario que hizo que la razón se impusiera por goleada al absurdo deseo compulsivo del gasto indiscriminado. Nada menos que el Sr. Tongo (al mejor estilo californiano de Baywatch) me recordó que el ahorro es progreso gracias a una acertada campaña de telefonía.

Yo no soy un cucufato que piensa que la publicidad es nociva para la salud pues la decisión final de lo que hago con mi plata es solo mía y es un derecho defendido por nuestra tan toqueteada constitución. Sin embargo creo fielmente que la invasión de las vías públicas por todos estos avisos atenta contra la armonía de la ciudad y se nos esta escapando de las manos hace rato. Ya uno no puede ni hacer pichi tranquilo, pues a un tarado se le ocurrió pensar que mientras mi vejiga destila orín yo puedo estar pensando en que otra cosa comprar.

Dejenme pisar el pasto tranquilo y mejor molesten a los que malogran nuestra ciudad.

El Fisgón