Hola Fisgón,
Una de las primeras cosas que me enseñó mi mamá en casa fue que no debía pegarle a una mujer "ni con el pétalo de una rosa". Si bien queda claro que una hipérbole no debe tomarse al pie de la letra pues una palmadita por ahí o un pellizcón por allá pueden desencadenar agradables situaciones, las cuales no creo que sean importantes comentar en este momento, creo que el mensaje es claro. Una mujer no debería recibir un golpe voluntario por parte de un varón sea cual sea el escándalo al cual se le haya sometido.
Decidí partir de este postulado por que hace unos días me topé con una desagradable escenificación callejera de violencia (varón vs mujer), con levantada de mano incluida, la cual me dejó absolutamente confundido sobre el papel que me corresponde tomar en este tipo de situaciones Tarantinescas.
La primera idea que se me pasó por la cabeza fue que, si los contrincantes veían que estaba transitando a medio metro de la trifulca callejonera (por que crean que esta pelea sobrepasaba los limites de callejera y colindaba con el mejor estilo callejonero de barrio maleao) guardarían la compostura y entenderían que la calle no es el mejor lugar para negociar un tratado de paz y menos para irse a las manos sobrepasando altamente los decibeles permitidos por la Municipalidad de Miraflores y su digno representante, los amables amigos del Serenzago.
Pero mientras más me acercaba al ring de asfalto, más violenta se tornaba la situación. Y cuando faltaban menos de 2 metros para tener que enfrentarme a la terrible pregunta "...y ahora qué mierda hago", tuve la suerte de quedar cegado por una inundación de luces azules y blancas. Fue una de las primeras veces en mi vida en que no dije... "guarda esa huevada, ahí viene un Serenazgo" y pude exhalar con la tranquilidad con la que se exhala cuando se recibe un aprobado en ese examen que no pudiste estudiar y comprometía una nota final. Viendo que la gresca había sido diluida, pasé lentito y aproveché a darle un fisgoneo a la situación general para luego retirarme a mi domicilio a descansar.
Ya echado viendo tele totalmente relajado, me atormentó la duda de qué hubiera hecho si mis héroes de gorrita y chaleco fosforescente no hubieran aparecido. Hubiera tenido que enfrentar yo solo aquella situación? Me hubiera hecho el turista sonso que no entiende que esta pasando o hubiera saltado cual felino sobre el vil agresor?
Ahora que ya tengo anotado el teléfono de estos héroes sin licencia para llamarle la atención a nadie creo que me siento mas tranquilo...
El fisgón.
martes, 30 de diciembre de 2008
miércoles, 17 de diciembre de 2008
Invadidos por la navidad
Hola Fisgón,
Esta semana salí de mi casa buscando algo que comer. Ya era de noche y la ciudad se encontraba iluminada con una extravagancia que rayaba con la huachafada. Automáticamente mi mano se deslizó en dirección a un bolsillo, cual vaquero en pleno duelo de pistolas, para buscar mis lentes oscuros y así defender mis ojos de la radiación a la que se me estaba exponiendo. Sin embargo la triste realidad me cayó encima como bola de helado de barquillo inestable. Era la navidad invadiendo cada espacio oscuro de la ciudad con sus rayos de paz y esperanza y yo, me encontraba atrapado dentro de ella sin siquiera haber sido consultado y sin ningún tipo de protección oftalmológica.
Este exceso luminoso arrebozado con la bulla navideña hizo que mi sistema nervioso colapse y se quede colgado por exceso de información, logró que mi intervención callejero-fisgona entre en patatús galopante hiriendo mi obturador ocular. En otras palabras, me jodió de sobremanera.
Para mala suerte, estas fiestas nos obligan a sumergirnos en un caldo de luces, color y ruido que aturden a todo transeúnte distraído cual mosca que se pega contra la pantalla de un televisor a media noche. De la misma manera nos llama, nos atrae furiosamente a entrar a las tiendas para consumir la catarata de ofertas de productos chinos en oferta que invaden los mostradores.
Y que opción le queda al pobre transeúnte que simplemente quiere comerse una sopita wantan con su combinado de chaufa con tallarín? Pues termina siendo víctima de este atentado multicolor al ritmo de villancico gringo con traducción ridícula y en su ineficaz intento de salir de esta agresión a la retina termina siendo vencido y cae en el hipnótico trance de compradores aturdidos preguntándose a quien carajo le regala esa chompita color verde que ha comprado cuando el verano ya esta calentando las axilas de los habitantes de esta Lima la gris.
Cuidado Fisgones!!!
El Fisgón
Esta semana salí de mi casa buscando algo que comer. Ya era de noche y la ciudad se encontraba iluminada con una extravagancia que rayaba con la huachafada. Automáticamente mi mano se deslizó en dirección a un bolsillo, cual vaquero en pleno duelo de pistolas, para buscar mis lentes oscuros y así defender mis ojos de la radiación a la que se me estaba exponiendo. Sin embargo la triste realidad me cayó encima como bola de helado de barquillo inestable. Era la navidad invadiendo cada espacio oscuro de la ciudad con sus rayos de paz y esperanza y yo, me encontraba atrapado dentro de ella sin siquiera haber sido consultado y sin ningún tipo de protección oftalmológica.
Este exceso luminoso arrebozado con la bulla navideña hizo que mi sistema nervioso colapse y se quede colgado por exceso de información, logró que mi intervención callejero-fisgona entre en patatús galopante hiriendo mi obturador ocular. En otras palabras, me jodió de sobremanera.
Para mala suerte, estas fiestas nos obligan a sumergirnos en un caldo de luces, color y ruido que aturden a todo transeúnte distraído cual mosca que se pega contra la pantalla de un televisor a media noche. De la misma manera nos llama, nos atrae furiosamente a entrar a las tiendas para consumir la catarata de ofertas de productos chinos en oferta que invaden los mostradores.
Y que opción le queda al pobre transeúnte que simplemente quiere comerse una sopita wantan con su combinado de chaufa con tallarín? Pues termina siendo víctima de este atentado multicolor al ritmo de villancico gringo con traducción ridícula y en su ineficaz intento de salir de esta agresión a la retina termina siendo vencido y cae en el hipnótico trance de compradores aturdidos preguntándose a quien carajo le regala esa chompita color verde que ha comprado cuando el verano ya esta calentando las axilas de los habitantes de esta Lima la gris.
Cuidado Fisgones!!!
El Fisgón
miércoles, 10 de diciembre de 2008
... A paso lento
Hola Fisgón,
Luego de haber gastado varios pares de suelas durante todos estos años de recorrido urbano es que me di cuenta que he desarrollado una velocidad pedestre envidiable. Soy de aquellos caminantes que siempre tienen que detenerse para esperar al resto de la manada o avanzar invadiendo la pista por que la acera anda atiborrada de personajes caminando a velocidades inferiores y/o casi nulas.
La semana pasada andaba yo caminando por una avenida concurrida cuando me tope con un grupo de señoras adultas que ocupaban la calzada completa y que avanzaban en la misma dirección que yo, pero con el freno de mano puesto y sin la menor intención de llegar a ningún lado, asumo yo. En ese momento me decidí a intervenir la pista para adelantar tremenda pared de la que solo puedo referir un olor a colonia de vieja con atisbos de ese talco que odie desde mi infancia. Sin embargo, esta vez preferí entregarme a la velocidad mínima sostenible, enganchar y poner primera para entrar dentro de esta procesión sin señor ni milagro. Era casi como estar en una película de cine independiente donde la cámara avanza sin cortes de manera lenta y continua permitiendo una perspectiva diferente de la ciudad.
Lo primero que pude notar fue que cruzar las esquinas es una tarea muy tediosa y complicada pues los carros no le guardan respeto alguno al peatón lento. Generalmente, estos peatones terminan cruzando la pista cuando alguno de los elementos que componen a esta manada decide mandar a la mierda a todo el parque automotor haciendo una señal de pare con la mano y levantando una queja airada al pobre conductor que tuvo que hacer una frenada intempestiva.
Lo segundo que pude notar es que a menor velocidad de avance, mayor es la incidencia en la oferta de todo tipo de estupideces que la gente anda vendiendo por la calle. Esto significa que los vendedores de rosas, chicles, ole oles, caramelos pasados, tejas de chocolate, libros pirateados, etc prefieren atacar a los caminantes de lenta cadencia, acompañándolos durante media cuadra para tratar de convencerlo de que le compren algún articulo inútil.
Otro peligro al que se enfrentan estos caminantes son a una nueva suerte de mercenarios que andan pululando las esquinas mas concurridas de las ciudades... los jaladores. Jalador es aquel representante de ventas de algún comercio de baja calidad que instiga al pobre peatón a acercarse a la tienda para consumir un producto que no requiere, necesita ni ha solicitado. Su trabajo termina cuando casi obliga al atacado, a ingresar al local y consumir el servicio innecesariamente ofrecido. Mi recomendación es hacerse el sordo y no quitar la vista de la calzada ya que, media cuadra después de gastar por completo sus líneas de venta de telemercado chicha, terminan por desistir para atacar a otro caminante lento que haya ingresado a su zona de acción.
Finalmente, este viaje se termino cuando intempestivamente las señoras decidieron ingresar a un aburrido café de la zona. Automáticamente el sistema de velocidad crucero se desactivo y fui victima de la aceleración natural de la que hable líneas arriba no pudiendo detener el paso hasta llegar al punto final de mi trayecto.
A veces por ir muy rápido, no nos detenemos a mirar. Pero a veces por ir muy lento nos arriesgamos a sufrir el ataque de una ciudad que definitivamente, no se ha diseñado para lentitos.
El Fisgón
Luego de haber gastado varios pares de suelas durante todos estos años de recorrido urbano es que me di cuenta que he desarrollado una velocidad pedestre envidiable. Soy de aquellos caminantes que siempre tienen que detenerse para esperar al resto de la manada o avanzar invadiendo la pista por que la acera anda atiborrada de personajes caminando a velocidades inferiores y/o casi nulas.
La semana pasada andaba yo caminando por una avenida concurrida cuando me tope con un grupo de señoras adultas que ocupaban la calzada completa y que avanzaban en la misma dirección que yo, pero con el freno de mano puesto y sin la menor intención de llegar a ningún lado, asumo yo. En ese momento me decidí a intervenir la pista para adelantar tremenda pared de la que solo puedo referir un olor a colonia de vieja con atisbos de ese talco que odie desde mi infancia. Sin embargo, esta vez preferí entregarme a la velocidad mínima sostenible, enganchar y poner primera para entrar dentro de esta procesión sin señor ni milagro. Era casi como estar en una película de cine independiente donde la cámara avanza sin cortes de manera lenta y continua permitiendo una perspectiva diferente de la ciudad.
Lo primero que pude notar fue que cruzar las esquinas es una tarea muy tediosa y complicada pues los carros no le guardan respeto alguno al peatón lento. Generalmente, estos peatones terminan cruzando la pista cuando alguno de los elementos que componen a esta manada decide mandar a la mierda a todo el parque automotor haciendo una señal de pare con la mano y levantando una queja airada al pobre conductor que tuvo que hacer una frenada intempestiva.
Lo segundo que pude notar es que a menor velocidad de avance, mayor es la incidencia en la oferta de todo tipo de estupideces que la gente anda vendiendo por la calle. Esto significa que los vendedores de rosas, chicles, ole oles, caramelos pasados, tejas de chocolate, libros pirateados, etc prefieren atacar a los caminantes de lenta cadencia, acompañándolos durante media cuadra para tratar de convencerlo de que le compren algún articulo inútil.
Otro peligro al que se enfrentan estos caminantes son a una nueva suerte de mercenarios que andan pululando las esquinas mas concurridas de las ciudades... los jaladores. Jalador es aquel representante de ventas de algún comercio de baja calidad que instiga al pobre peatón a acercarse a la tienda para consumir un producto que no requiere, necesita ni ha solicitado. Su trabajo termina cuando casi obliga al atacado, a ingresar al local y consumir el servicio innecesariamente ofrecido. Mi recomendación es hacerse el sordo y no quitar la vista de la calzada ya que, media cuadra después de gastar por completo sus líneas de venta de telemercado chicha, terminan por desistir para atacar a otro caminante lento que haya ingresado a su zona de acción.
Finalmente, este viaje se termino cuando intempestivamente las señoras decidieron ingresar a un aburrido café de la zona. Automáticamente el sistema de velocidad crucero se desactivo y fui victima de la aceleración natural de la que hable líneas arriba no pudiendo detener el paso hasta llegar al punto final de mi trayecto.
A veces por ir muy rápido, no nos detenemos a mirar. Pero a veces por ir muy lento nos arriesgamos a sufrir el ataque de una ciudad que definitivamente, no se ha diseñado para lentitos.
El Fisgón
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