Hola Fisgón,
Luego de haber gastado varios pares de suelas durante todos estos años de recorrido urbano es que me di cuenta que he desarrollado una velocidad pedestre envidiable. Soy de aquellos caminantes que siempre tienen que detenerse para esperar al resto de la manada o avanzar invadiendo la pista por que la acera anda atiborrada de personajes caminando a velocidades inferiores y/o casi nulas.
La semana pasada andaba yo caminando por una avenida concurrida cuando me tope con un grupo de señoras adultas que ocupaban la calzada completa y que avanzaban en la misma dirección que yo, pero con el freno de mano puesto y sin la menor intención de llegar a ningún lado, asumo yo. En ese momento me decidí a intervenir la pista para adelantar tremenda pared de la que solo puedo referir un olor a colonia de vieja con atisbos de ese talco que odie desde mi infancia. Sin embargo, esta vez preferí entregarme a la velocidad mínima sostenible, enganchar y poner primera para entrar dentro de esta procesión sin señor ni milagro. Era casi como estar en una película de cine independiente donde la cámara avanza sin cortes de manera lenta y continua permitiendo una perspectiva diferente de la ciudad.
Lo primero que pude notar fue que cruzar las esquinas es una tarea muy tediosa y complicada pues los carros no le guardan respeto alguno al peatón lento. Generalmente, estos peatones terminan cruzando la pista cuando alguno de los elementos que componen a esta manada decide mandar a la mierda a todo el parque automotor haciendo una señal de pare con la mano y levantando una queja airada al pobre conductor que tuvo que hacer una frenada intempestiva.
Lo segundo que pude notar es que a menor velocidad de avance, mayor es la incidencia en la oferta de todo tipo de estupideces que la gente anda vendiendo por la calle. Esto significa que los vendedores de rosas, chicles, ole oles, caramelos pasados, tejas de chocolate, libros pirateados, etc prefieren atacar a los caminantes de lenta cadencia, acompañándolos durante media cuadra para tratar de convencerlo de que le compren algún articulo inútil.
Otro peligro al que se enfrentan estos caminantes son a una nueva suerte de mercenarios que andan pululando las esquinas mas concurridas de las ciudades... los jaladores. Jalador es aquel representante de ventas de algún comercio de baja calidad que instiga al pobre peatón a acercarse a la tienda para consumir un producto que no requiere, necesita ni ha solicitado. Su trabajo termina cuando casi obliga al atacado, a ingresar al local y consumir el servicio innecesariamente ofrecido. Mi recomendación es hacerse el sordo y no quitar la vista de la calzada ya que, media cuadra después de gastar por completo sus líneas de venta de telemercado chicha, terminan por desistir para atacar a otro caminante lento que haya ingresado a su zona de acción.
Finalmente, este viaje se termino cuando intempestivamente las señoras decidieron ingresar a un aburrido café de la zona. Automáticamente el sistema de velocidad crucero se desactivo y fui victima de la aceleración natural de la que hable líneas arriba no pudiendo detener el paso hasta llegar al punto final de mi trayecto.
A veces por ir muy rápido, no nos detenemos a mirar. Pero a veces por ir muy lento nos arriesgamos a sufrir el ataque de una ciudad que definitivamente, no se ha diseñado para lentitos.
El Fisgón
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