Hola Fisgón,
Esta semana salí de mi casa buscando algo que comer. Ya era de noche y la ciudad se encontraba iluminada con una extravagancia que rayaba con la huachafada. Automáticamente mi mano se deslizó en dirección a un bolsillo, cual vaquero en pleno duelo de pistolas, para buscar mis lentes oscuros y así defender mis ojos de la radiación a la que se me estaba exponiendo. Sin embargo la triste realidad me cayó encima como bola de helado de barquillo inestable. Era la navidad invadiendo cada espacio oscuro de la ciudad con sus rayos de paz y esperanza y yo, me encontraba atrapado dentro de ella sin siquiera haber sido consultado y sin ningún tipo de protección oftalmológica.
Este exceso luminoso arrebozado con la bulla navideña hizo que mi sistema nervioso colapse y se quede colgado por exceso de información, logró que mi intervención callejero-fisgona entre en patatús galopante hiriendo mi obturador ocular. En otras palabras, me jodió de sobremanera.
Para mala suerte, estas fiestas nos obligan a sumergirnos en un caldo de luces, color y ruido que aturden a todo transeúnte distraído cual mosca que se pega contra la pantalla de un televisor a media noche. De la misma manera nos llama, nos atrae furiosamente a entrar a las tiendas para consumir la catarata de ofertas de productos chinos en oferta que invaden los mostradores.
Y que opción le queda al pobre transeúnte que simplemente quiere comerse una sopita wantan con su combinado de chaufa con tallarín? Pues termina siendo víctima de este atentado multicolor al ritmo de villancico gringo con traducción ridícula y en su ineficaz intento de salir de esta agresión a la retina termina siendo vencido y cae en el hipnótico trance de compradores aturdidos preguntándose a quien carajo le regala esa chompita color verde que ha comprado cuando el verano ya esta calentando las axilas de los habitantes de esta Lima la gris.
Cuidado Fisgones!!!
El Fisgón
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